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El gasoducto que quiere Putin

El plan de llevar más gas directamente de Rusia a Alemania inquieta a la UE.

Las obras comenzaron en mayo del 2018,

Ucrania continúa siendo la vía principal de llegada de gas ruso a Europa

Érase una vez un gasoducto llamado Nord Stream, que desde su construcción en el 2012, transportaba millones de metros cúbicos de gas natural a través de las aguas del mar Báltico directamente desde Rusia a Alemania. No contentos con ello, los padres de la infraestructura decidieron construir otro gasoducto. Se llamaría Nord Stream 2, correría casi en paralelo a su antecesor y permitiría así multiplicar por dos la cantidad de gas transportado.

Las obras comenzaron en mayo del 2018, costarán unos 8.400 millones de euros, y en este momento, de sus 1.200 kilómetros de trazado se han cubierto ya 600. Si nada se tuerce, la gigantesca tubería –que en realidad tiene dos ramales, igual que el primer Nord Stream– estará operativa a inicios del año próximo.

Pero el proyecto divide e inquieta a Europa –y también a Alemania– desde que se puso en marcha. Sus detractores alertan de que fomentará la dependencia energética de Europa respecto a Rusia; en la actualidad un tercio del gas utilizado en Europa procede de allí.

Ucrania continúa siendo la vía principal de llegada de gas ruso a Europa

También señalan que el Nord Stream 2 se ha convertido en un instrumento geopolítico del presidente ruso, Vladímir Putin, para acogotar a Ucrania, poseedora de los grandes gasoductos que transportan gas hacia la Unión Europea. Tras la anexión rusa de Crimea en marzo del 2014, y mientras sigue en el este ucraniano (Donbás) una guerra de baja intensidad con rebeldes prorrusos apoyados por Moscú, Ucrania continúa siendo la vía principal de llegada de gas ruso a Europa: en el tercer trimestre del 2018, canalizó el 48%, según datos de la Comisión Europea.

Hasta hace poco, Berlín se esforzaba por definir el Nord Stream 2 como un proyecto comercial y por negarle dimensión política, pero la realidad desmiente tercamente esa pretensión. Los países del Este, sobre todo Polonia, ven con inquietud el gasoducto; y también en la Europa occidental despierta recelos. Se apreció de nuevo el pasado viernes cuando, tras un conato de desafío francés a su aliada preferente Alemania por este motivo, los países miembros de la UE hilvanaron un consenso equilibrista para regular el dichoso gasoducto

Se debatía una revisión de la directiva europea del gas –demandada por la Comisión Europea en noviembre del 2017–, para aplicar las reglas del mercado común de la energía también a aquellos gasoductos con origen fuera de la UE.

Las reglas fundamentalesson: transparencia en los precios, garantía de acceso de terceros a las infraestructuras, y separación de actividades entre los proveedores de gas y los gestores de la infraestructura. Esta última regla crearía dificultades al Nord Stream 2, en tanto que su principal accionista es el gigante gasístico estatal ruso Gazprom. En el proyecto participan también cinco empresas europeas: las alemanas Wintershall (filial de BASF) y Uniper/E.ON, la anglo-neerlandesa Shell, la austriaca OMV, y la francesa Engie.

La UE teme depender más del gas llegado de Rusia, y que Putin perjudique a Ucrania. Por la agencia la Vanguardia.

También señalan que el Nord Stream 2 se ha convertido en un instrumento geopolítico del presidente ruso, Vladímir Putin, para acogotar a Ucrania, poseedora de los grandes gasoductos que transportan gas hacia la Unión Europea. Tras la anexión rusa de Crimea en marzo del 2014, y mientras sigue en el este ucraniano (Donbás) una guerra de baja intensidad con rebeldes prorrusos apoyados por Moscú, Ucrania continúa siendo la vía principal de llegada de gas ruso a Europa: en el tercer trimestre del 2018, canalizó el 48%, según datos de la Comisión Europea.

Hasta hace poco, Berlín se esforzaba por definir el Nord Stream 2 como un proyecto comercial y por negarle dimensión política, pero la realidad desmiente tercamente esa pretensión. Los países del Este, sobre todo Polonia, ven con inquietud el gasoducto; y también en la Europa occidental despierta recelos. Se apreció de nuevo el pasado viernes cuando, tras un conato de desafío francés a su aliada preferente Alemania por este motivo, los países miembros de la UE hilvanaron un consenso equilibrista para regular el dichoso gasoducto

Se debatía una revisión de la directiva europea del gas –demandada por la Comisión Europea en noviembre del 2017–, para aplicar las reglas del mercado común de la energía también a aquellos gasoductos con origen fuera de la UE.

Las reglas fundamentalesson: transparencia en los precios, garantía de acceso de terceros a las infraestructuras, y separación de actividades entre los proveedores de gas y los gestores de la infraestructura. Esta última regla crearía dificultades al Nord Stream 2, en tanto que su principal accionista es el gigante gasístico estatal ruso Gazprom. En el proyecto participan también cinco empresas europeas: las alemanas Wintershall (filial de BASF) y Uniper/E.ON, la anglo-neerlandesa Shell, la austriaca OMV, y la francesa Engie.

La UE teme depender más del gas llegado de Rusia, y que Putin perjudique a Ucrania. Por la agencia la Vanguardia.

de actividades entre los proveedores de gas y los gestores de la infraestructura. Esta última regla crearía dificultades al Nord Stream 2, en tanto que su principal accionista es el gigante gasístico estatal ruso Gazprom. En el proyecto participan también cinco empresas europeas: las alemanas Wintershall (filial de BASF) y Uniper/E.ON, la anglo-neerlandesa Shell, la austriaca OMV, y la francesa Engie.

Érase una vez un gasoducto llamado Nord Stream, que desde su construcción en el 2012, transportaba millones de metros cúbicos de gas natural a través de las aguas del mar Báltico directamente desde Rusia a Alemania. No contentos con ello, los padres de la infraestructura decidieron construir otro gasoducto. Se llamaría Nord Stream 2, correría casi en paralelo a su antecesor y permitiría así multiplicar por dos la cantidad de gas transportado.

Las obras comenzaron en mayo del 2018, costarán unos 8.400 millones de euros, y en este momento, de sus 1.200 kilómetros de trazado se han cubierto ya 600. Si nada se tuerce, la gigantesca tubería –que en realidad tiene dos ramales, igual que el primer Nord Stream– estará operativa a inicios del año próximo.

Pero el proyecto divide e inquieta a Europa –y también a Alemania– desde que se puso en marcha. Sus detractores alertan de que fomentará la dependencia energética de Europa respecto a Rusia; en la actualidad un tercio del gas utilizado en Europa procede de allí.

Ucrania continúa siendo la vía principal de llegada de gas ruso a Europa

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