Cómo Venezuela se volvió una prueba de fuego para Donald Trump y su política exterior
En teoría contrario a intervenir en otros países, el presidente de Estados Unidos abrazó el objetivo de remover a Nicolás Maduro del poder en Venezuela. ¿Hasta dónde irá con esa idea ahora que parece más difícil de lo que calculó?
Por Gerardo Lissardy – BBC News Mundo, Nueva York
Cuando Donald Trump reconoció en enero a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, se colocó a sí mismo delante de una prueba peculiar como presidente de Estados Unidos.
El problema no era solo que Nicolás Maduro gobernaba Venezuela en la práctica y que Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, debía asegurarse entre otras cosas el apoyo de las fuerzas armadas de su país para desplazarlo.
Trump tenía algo más que resolver: su promesa de «presionar por la restauración de la democracia venezolana» chocaba con sus propias palabras del pasado, habiéndose mostrado contrario a promover cambios de gobierno en otros países.
«Dejaremos de intentar construir democracias extranjeras, derribar regímenes y actuar de manera imprudente para intervenir en situaciones en las que no tenemos derecho a estar allí», prometió Trump como candidato en noviembre de 2016.
Repitió esa idea tras ser elegido presidente unos días después, mientras se preparaba para asumir, y sostuvo que EE.UU. debía terminar con el «ciclo destructivo de intervención y caos» .
Con el tiempo, ambas posturas antagónicas se han vuelto un dilema dentro de la Casa Blanca.
Con Maduro aún en el poder en Venezuela, ahora parece haber llegado el momento de la verdad para Trump sobre su voluntad y capacidad de intervenir en ese u otros países.
«Sin duda, (Venezuela) es un gran test para esas dos visiones opuestas sobre cambios de gobierno», dice Lindsey O’Rourke, profesora asistente de ciencia política en el Boston College y autora de un libro sobre cambios encubiertos de régimen por parte de EE.UU. durante la Guerra Fría, en diálogo con BBC Mundo.
«Error de cálculo»
John Bolton
Desde hace más de un siglo, la política exterior de Washington tiene como rasgo la búsqueda de cambios de gobierno alrededor del mundo, en particular en América Latina.
Pero la conveniencia de ese intervencionismo se volvió tema de debate caliente en EE.UU. en el nuevo milenio con las guerras de Irak y Afganistán, que Trump y muchos otros vieron como errores demasiado costosos para Washington.
No obstante, el año pasado Trump designó como su asesor de Seguridad Nacional a John Bolton, uno de los «halcones» que promovió la guerra de Irak en 2003 siendo subsecretario de Estado para el control de armas del gobierno de George W. Bush.
Hoy Bolton es considerado un hombre clave junto con el secretario de Estado, Mike Pompeo, en los esfuerzos del gobierno de Trump para derrocar a Maduro y en la reciente escalada de tensiones con Irán.
En el caso de Irán, muchos descartan que el objetivo de Trump sea buscar un cambio de gobierno como en Venezuela, sobre todo después que negara a la prensa el jueves que desee una guerra con ese país.
«Está bastante claro que (Trump) no quiere ir a la guerra con Irán; no está detrás de un cambio de régimen», dijo el general retirado estadounidense David Petraeus, que participó de la guerra de Irak y dirigió la agencia central de inteligencia CIA, en la cadena ABC el domingo.
En el caso de Venezuela, Trump no sólo ha buscado la caída de Maduro imponiéndole sanciones financieras en medio de una colosal crisis económica en el país, sino que ha advertido que tiene la «opción militar» sobre la mesa.
Analistas independientes coinciden en que la política de Trump contra el gobierno socialista de Venezuela está motivada en parte por cálculos políticos domésticos, como la búsqueda de votos conservadores en el estado de Florida que pueden ser cruciales para su reelección el año próximo.
La Casa Blanca se niega a reconocer a Maduro por considerarlo un «dictador» sin legitimidad para ocupar el poder. El gobierno de Caracas asegura que lo que está haciendo la oposición es un intento de golpe de Estado con el apoyo de Estados Unidos.
Algunos contrastan la postura de Trump hacia Maduro con su actitud más abierta hacia presidentes no democráticos como el norcoreano Kim Jong-un, con quien ha llegado a reunirse en procura de un elusivo acuerdo de desnuclearización.
Y aún quienes defienden en EE.UU. la idea de derrocar a Maduro señalan errores en el gobierno de Trump sobre cómo lograr ese objetivo.
«El presidente eligió un buen caso en Venezuela, porque había un amplio acuerdo regional en que Maduro tenía que irse, no era solo EE.UU. que sostenía eso», afirma Roger Noriega, quien dirigió la diplomacia de Washington para América Latina durante el gobierno de Bush.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela.
«Donde esto falló fue en un error de cálculo de los responsables de formular políticas, sobre la naturaleza del régimen: pensaron que trataban con una jerarquía militar integrada verticalmente que podía darse vuelta y producir el cambio. Pero esto es un conjunto de fuerzas de seguridad que se refuerzan mutuamente con la corrupción», señala Noriega a BBC Mundo.
¿Y ahora qué?
La falta de un cambio de gobierno en Venezuela ha generado algunas reacciones llamativas en la Casa Blanca.
Tras el fallido «levantamiento» opositor venezolano el 30 de abril, Bolton afirmó públicamente que tres altos funcionarios de ese país —el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y el comandante de la guardia presidencial, Iván Rafael Hernández Dala— habían acordado con la oposición que Maduro debía irse, y pidió que actuaran.
De inmediato surgieron cuestionamientos a la veracidad de esa versión que Bolton lanzó sin ofrecer pruebas o sobre cuánto ayudaba a la oposición venezolana revelar los nombres de esos funcionarios si realmente estaban dispuestos a apoyar a Guaidó.
Pocos días después, el diario The Washington Post informó en base a fuentes gubernamentales que Trump «se quejó de que fue mal informado acerca de lo fácil que sería reemplazar» a Maduro por Guaidó.
«La insatisfacción del presidente se ha cristalizado en torno a (Bolton) y Trump se ha quejado de una postura intervencionista en desacuerdo con su visión de que Estados Unidos debería mantenerse al margen de líos extranjeros», indicó el diario.
Sin embargo, EE.UU. mantiene oficialmente el reclamo de que Maduro se vaya del poder y la pregunta es si redoblará la apuesta para ello, cuando hay señales de una eventual apertura de diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela.
Algunos observadores en Washington rechazan la posibilidad de que los opositores ofrezcan concesiones a Maduro.
«La credibilidad de EE.UU. está en juego aquí, por lo que deben dejar muy claro que no nos conformaremos con un modus vivendi con criminales, terroristas y abusadores de los derechos humanos», sostiene Noriega, investigador del American Enterprise Institute (AEI), un centro de análisis donde trabajó Bolton.
Pero intervenir militarmente en Venezuela también es una opción difícil para Washington: el Pentágono parece reacio a la idea, que carecería de apoyo regional y dispararía la tensión con Rusia, un aliado de Maduro al que le brinda asistencia militar.
Pese a sus constantes advertencias sobre la «opción militar», nada indica por ahora que Trump esté dispuesto a asumir un precio mayor al calculado inicialmente para remover a Maduro del poder o reconstruir una Venezuela arrasada por la crisis.
Entonces, ¿renunciará Trump a intervenir en Venezuela?
Quizá esa tampoco sea una alternativa sencilla ahora, tras declarar su apoyo a Guaidó, advierten expertos.
«Hemos visto esta historia antes, en la que EE.UU. intenta limitar su participación e influir en la política interna de otro Estado, solo para aumentar gradualmente su papel con el tiempo, a medida que esos esfuerzos fracasan», señala O’Rourke.
«No creo que EE.UU. en este punto vaya a escalar hacia una intervención abierta», agrega, «pero no me sorprendería si intenta seguir influyendo para lograr un cambio de régimen de manera encubierta en Venezuela».