Sergio Ramírez augura el fin de la «dictadura» en Nicaragua
AFP
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, forzado al exilio en España por el Gobierno de Daniel Ortega, auguró el «fracaso» del «régimen dictatorial familiar» de Nicaragua y dijo tener la «maleta abierta», esperanzado en regresar a su país, durante una entrevista con la AFP.
Ramírez, de 81 años, se encuentra en Panamá para presidir el festival literario «Centroamérica Cuenta». El novelista fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, durante la primera década de Gobierno de Ortega tras el triunfo de la revolución sandinista, que en 1979 derrocó a la dictadura de la familia Somoza.
Ganador del Premio Cervantes en 2017, fue despojado de su nacionalidad y obligado al exilio tras apoyar las protestas contra el gobierno que en 2018 dejaron más de 300 muertos.
– La situación en Nicaragua siempre está presente en su obra ¿Está el país repitiendo su historia?
La lectura de la historia trae esa tentación: ver un país donde siempre se están sucediendo dictaduras militares, golpes de Estado, intervenciones militares, incomprensiones, disidencias, guerras civiles…y vuelta a empezar como si fuera una condena eterna.
No quisiera verla así como ciudadano. La ciudadanía implica el deber de la esperanza. La historia no es circular, tampoco es lineal, es imprevista: muchas veces toma atajos que uno nunca imagina que van a llevar a salidas de situaciones que parecen oscuras y parece que no tienen solución.
– ¿Cuál es la salida al conflicto que se profundizó en las protestas de 2018?
Tengo la esperanza de que en el caso de Nicaragua vendrá un momento en que a través de una transición democrática tendremos instituciones firmes, un Gobierno elegido, una vida pacífica. Es una esperanza que como ciudadano no puedo perder.
Es muy difícil decir cuál es la salida que tendremos en Nicaragua (…) Pienso en la necesidad de un cambio democrático y esto no es un asunto de magia, por supuesto, pero necesariamente tendrá que darse.
– ¿Nicaragua está en un proceso de sucesión del poder en la familia de Ortega?
Los gobiernos dictatoriales tienden a agotarse por sí mismos. Y ya hemos probado en Nicaragua el fracaso de las dictaduras familiares y, por lo tanto, debemos aspirar a algo completamente diferente; es decir, que haya salidas institucionales que nos lleven a ejercer el derecho de elegir a nuestros gobernantes libremente, cualquiera que sea su ideología (…) Es lo que yo quisiera, que en Nicaragua hubiera la oportunidad de elegir.
– ¿Como vive el exilio forzado? ¿Tiene la esperanza de regresar?
A mi edad un exilio de tres años ya es bastante largo. Siempre me doy esperanzas y vivo pensando que me hallo en una situación provisional. Uno deja de ser un exiliado cuando cierra su maleta. Y el síndrome de la maleta abierta es importante. Uno tiene la maleta abierta porque piensa que va a volver. Yo siempre pienso en el regreso.
– ¿Cómo asimila que ese gobierno del que usted formó parte hace años le haya quitado su nacionalidad y enviado al exilio?
Fui parte de un proyecto político que quería un cambio profundo en mi país, trabajé por ese cambio, pero el régimen que me ha despojado de la nacionalidad es algo completamente diferente. Es un régimen familiar, es un régimen dictatorial, con el cual no tengo ninguna identidad, con aquella revolución yo tenía una identidad. Por lo tanto, lo veo como un acto de un régimen dictatorial en contra de un ciudadano por ejercer el derecho de expresarse como escritor.
– ¿Cómo ve la actuación de la comunidad internacional frente a Nicaragua?
El mundo está metido en conflictos muy álgidos. Es muy difícil reclamar para Nicaragua una atención como la que tiene el conflicto de Palestina o de Ucrania, que son conflictos muy trascendentales para la humanidad en este momento. Nicaragua no es un país geoestratégico, es un país con una economía marginal y una importancia política que no desvela a ninguna potencia mundial. Por eso pertenece a un escenario más apagado, pero eso no quiere decir que no debería tener más atención en los foros internacionales y de parte de los gobiernos.
– Tras décadas de guerra y procesos de paz deficientes ¿cómo ve a la Centroamérica de hoy?
Siempre la veo con mucha esperanza. He puesto mucha esperanza en la posibilidad de que en las situaciones más oscuras que parecen sin solución se puedan dar cambios democráticos, como es el caso de Guatemala. La elección del presidente (Bernardo) Arévalo es un buen ejemplo de cómo el electorado tiene la posibilidad de hacer cambios en la vida política de un país (…) para la salud de la democracia en Centroamérica es muy importante que tenga éxito.