Acabar con el apoyo ruso a Venezuela, un desafío para Estados Unidos
por AP
Las autoridades estadounidenses llevan meses advirtiendo a las compañías que podrían sufrir represalias si siguen haciendo negocios con Maduro. Amenazas que van dirigidas primero a Rusia.
En octubre de 2016, el jefe de la mayor petrolera de Rusia viajó al lugar de nacimiento de Hugo Chávez, en las vacías y abrasadoras llanuras de Venezuela, para desvelar una enorme estatua de bronce del fallecido líder socialista, que él y su amigo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, habían encargado a un conocido artista ruso.
Fue un punto de inflexión en las relaciones entre Rusia y Venezuela, y el director general de Rosneft, Igor Sechin, llevó con él a un coro fundado hace 600 años en un monasterio de Moscú para celebrar la ocasión.
En declaraciones ante partidarios del gobierno vestidos con camisas rojas, y en un español fluido que aprendió en sus días como traductor militar soviético en África, Sechin elogió a Chávez como un «líder» de la multipolaridad y «símbolo de una era».
«No podemos optar entre vencer y morir. Necesario es vencer», dijo Sechin citando a un héroe de la independencia venezolana para describir el acercamiento entre los dos adversarios de Estados Unidos.
Ahora el gobierno de Trump quiere romper esa fructífera alianza como parte de su campaña para derrocar al sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.

El Departamento del Tesoro prohibió el martes pasado a las empresas estadounidenses hacer negocios con Rosneft Trading SA, acusando a la filial en Ginebra de la petrolera estatal rusa de proporcionar una crucial línea de salvamento a Maduro en sus esfuerzos por eludir las sanciones estadounidenses.
Según funcionarios estadounidenses, Rusia gestiona en torno al 70 % de las transacciones petroleras venezolanas redirigidas desde que el gobierno de Donald Trump ilegalizó la compra de crudo venezolano por parte de estadounidenses.
Francisco Monaldi, experto en petróleo venezolano en la Universidad de Rice en Houston, señaló que las últimas medidas de Washington deberían preocupar a empresas en España, China y otros lugares que siguen trabajando con PDVSA, la petrolera estatal que tiene el monopolio en Venezuela. También podría augurar el fin de la dispensa especial a Chevron. Esa licencia ha permitido a la compañía de San Ramon, California, permanecer en Venezuela, donde participa en emprendimientos conjuntos con PDVSA que suponen en torno a un cuarto de la producción petrolera del país sudamericano.