Desaparecen y nosotros no nos damos cuenta

Por Guillermo Serrano (guillermo.serrano@ideasyvoces.com)
Pareciera una película de ficción; de aquellas con las que nos entretenemos un fin de semana. Pero la realidad nos golpea, cuando vemos en los noticieros de radio y televisión, a personas que lloran a aquellos seres queridos que ya no están, porque alguna mano y una mente misteriosa se ha encargado de borrarlos de esta existencia.
Según diversos organismos de derechos humanos, alrededor de noventa mil personas fueron desaparecidas entre 1966 y 1986 en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia, Perú, Bolivia, Brasil, Haití, El Salvador, Guatemala, Honduras y México.
¿Por qué se elimina físicamente a personas que tienen familias y que forman parte de eso que llamamos comunidad? ¿Y por qué nosotros no somos capaces de darnos cuenta que algo anda mal en nuestra sociedad y simplemente nos encogemos de hombros?
La película “Missing” (Desaparacido) del director Costa-Gavras, narra y se ubica en Chile, tras el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, y donde desaparece de su domicilio Charlie Horman (1942-1973), joven e idealista periodista estadounidense. Su padre (Jack Lemmon) y su esposa (Sissy Spacek) deciden buscarlo, cueste lo que cueste. Durante la búsqueda ellos tienen que ver los horrores de la dictadura y darse cuenta de que, por alguna razón, la embajada estadounidense no está dispuesta a ayudar como debería en su desaparición. La historia está basada en un caso real: el del desaparecido Charles Horman (1942-1973).
Existe algo irracional en los que detentan el poder político o económico, cuando creyéndose amenazados, prefieren el camino de la ilegalidad, para eliminar a aquellos que, en su afiebrada imaginación, podrían ser, no solo obstáculos, pero enemigos, con ambiciones políticas.
Cuando escribíamos este artículo nos enteramos que “el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, se refirió a la situación actual que viven decenas de familias salvadoreñas ante las desapariciones reportadas durante los últimos meses, así como de los hallazgos de múltiples cadáveres en fosas clandestinas. Las autoridades están desafiadas. Esto es como un botón rojo en el tablero de mando, una advertencia, una preocupación para que esto no se repita”, añadió en su mensaje” (La Prensa Gráfica).
Pero el caso reciente salvadoreño puede ser la punta del témpano en nuestra convulsionada América Latina que ve con horror casos y más casos de desaparecidos que nos hablan de un problema más grande en nosotros.
Por una parte, nos dice de autoridades políticas e intereses económicos que no pueden o no quieren investigar crímenes como los mencionados aquí.
Y también nos habla de un adormecimiento de la población que se acostumbra a estos hechos, como si fueran una norma. Y claro, nos también de una moralidad que se evapora ante las presiona de una vida moderna que no nos deja tiempo para pensar y actuar en defensa de los que son violentados en sus derechos mas básicos. ¿Y puede existir un derecho más básico que la vida?