Maximiliano Hernández Martínez
El 4 de diciembre de 1931, el Directorio Cívico entrega la presidencia a Maximiliano Hernández Martínez, el partido Pro Patria lo incluyó como candidato a la vicepresidencia. Tras ganar las elecciones, ocupó el cargo de vicepresidente, a la vez que el de Ministro de Guerra, a los servicios del Presidente Arturo Araujo.
El 2 de diciembre del año de su elección participó en un golpe de Estado, siendo elegido como Presidente de la República, tras el designio del Directorio Cívico instaurado provisionalmente. Su presidencia fue ratificada por el poder legislativo en 1932.
En 1935, año en el cual debían celebrarse las elecciones regulares, Hernández Martínez renunció a la presidencia, dejando el cargo por seis meses en manos del general Andrés Ignacio Menéndez, fungiendo durante ese tiempo únicamente como ministro de Guerra.
Se inscribió como candidato único a la presidencia, por lo cual obviamente prolongó su mandato por un periodo más. En 1939 fue ratificado por el poder legislativo en el cargo. En 1944, fue el poder legislativo quien prolongó, de nuevo, el mandato de Hernández Martínez.
En enero de 1932, Agustín Farabundo Martí (líder de grupos estudiantiles y político de izquierda) fue fusilados por haberle encontrados panfletos de apoyo al Partido Comunista Salvadoreño. La situación política se volvía tirante para el presidente Hernández y, días después, estalló el levantamiento campesino de 1932 que acabó en la muerte de aproximadamente 25.000 indígenas.
El líder indígena Feliciano Ama fue linchado y ahorcado por fuerzas militares, fomentando la participación de los paisanos de Ama en el levantamiento. Tras la matanza, los cadáveres enterrados a poca profundidad sirvieron como foco de contaminación.
Además, los cerdos y otros animales desenterraron los cuerpos y se alimentaron de los mismos, lo cual trajo una reacción gubernamental inmediata, puesto que repercutía en la economía al contaminar a los animales de corral.
Fin de su mandato
Dado que pretendía extender su mandato más allá de 1944, los militares, inconformes por los fusilamientos de oficiales opositores, se alzaron junto al pueblo y lo obligaron a capitular en tres días.