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Opinión

Adiós amigo y camarada, Chamba Juárez, nos veremos en el otro mundo

Por Carlos Driótez

La mañana de este domingo 28 de julio me enteré que el poeta y amigo Salvador Juárez o “Chamba”, como le decimos sus allegados, abandonó este mundo y pasó a una mejor vida donde de seguro seguirá escribiendo poemas que era su vida y su quehacer cotidiano.

La noticia me causó una tristeza, pero también me hizo recordar que es el camino que todos llevamos y que nos guste o no tenemos que abandonar este mundo para encontrarnos con nuestro creador al que tendremos que rendirle cuentas de lo bueno y malo que hicimos durante nuestra existencia. Conocía a Chamba allá por  1980, por medio de otro gran amigo, el locutor Edgardo Cuéllar o el “Chiquito” como le pusimos por su baja estatura que no se comparaba con su gran voz, una de las mejores de los locutores salvadoreños.

En esa época Chamba acababa de publicar su poemario “Puro Guanaco”, y algunos de esos poemas fueron grabados por Cuéllar en el estudio de la radio Internacional de Don Felipe Ochoa Valenzuela. Fue ahí donde conocí a Juárez, quien en ese tiempo fue nombrado director de la Librería Universitaria de la UES, Chamba me ofreció trabajo y comencé a laborar haciendo los carteles de promoción de los últimos ejemplares que la librería había recibido.

Anteriormente yo había estudiado arquitectura y llegue hasta el tercer año, pero por las circunstancias de la vida deje los estudios y fue con la inspiración de Chamba que decidí seguir estudiando, pero ya la arquitectura no me llamaba la atención y decidí estudiar periodismo, carrera de la que me titulé en 1989.

Con Chamba compartimos muchas cosas. En esa época el FMLN y el ejército se encontraban en guerra. La guerrilla optaba por tomarse algunas radios para difundir sus propuestas y noticias, tanto de lo que sucedía en San Salvador como lo que ocurría en el interior del país. Yo era uno de los encargados de reproducir esos mensajes en los estudios de la radio, lo hacía durante la noche y al siguiente día los metía en una bolsita plástica que no llamara la atención y me iba a un cafetín que estaba a un costado del edificio antiguo de la Prensa Gráfica, ahí me tomaba un café y los dejaba sobre una silla donde posteriormente los recogía un “compa” que los utilizaba para dejarlos en las caseteras de las distintas radios que se tomaban para que la población los escuchara.

Chamba, junto a otros escritores y empleados de la UES estaba organizado en las FPL, a donde yo me incorporé cuando comencé a trabajar en la universidad. Esos y otros recuerdos me vinieron a la mente este domingo cuando me enteré que Chamba nos había dejado y lo único que pensé fue que muy pronto nos encontraremos en la otra vida donde recordaremos todo lo bueno lo malo y lo feo que hicimos cuando vivíamos en este lindo y sufrido país El Salvador.

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