Un culto a la muerte con gratos recuerdos
(AFP) «El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida».
Pocas frases como esta de Octavio Paz definen mejor la postura que los mexicanos mantienen ante la muerte y de la que presumen con tremendo orgullo cada año en el Día de Muertos.
Mientras en buena parte del planeta esta fecha está marcada por la tristeza y las lágrimas, en México se rodea de un halo de fiesta y color, de celebración a la vida y de reencuentro con los difuntos que se cree que regresan a nuestro mundo por un día.
Y lejos de perder fuerza con el paso de los años, esta particular manera de celebrar el Día de Muertos va pasando de generación en generación. Como en el caso de Gabriela Luna, una joven de Ciudad de México que asumió esta tradición tras la pérdida de su abuela materna.
«Ella ponía un altar gigante, así que cuando se va, yo asumo la tradición que ella me enseñó y le dedico la ofrenda cada año. Para mí es una forma de no perder una costumbre en la que siento que los que no están, me acompañan», le dice a BBC Mundo.
Mezcla cultural indígena- española
Cuando América fue invadida por los españoles, estos impusieron su cultura a los nativos, lo que también significó la apropiación de la religión profesada por los invasores. Al ser España una nación católica, durante estas fechas tenían lugar el día de todos los santos y los fieles difuntos.
Tras la Conquista, los curas españoles aprovecharon para desligar esta fecha de cualquier rito “pagano” practicado por los indígenas e institucionalizar las fechas aceptadas por la iglesia católica.
“La unión de las creencias indígenas con el catolicismo español forjó un carácter religioso único, colorido y que conservó en cierta forma los recuerdos ancestrales de las viejas tradiciones precolombinas”, menciona Patrick Johansson, investigador del Centro de Estudios de Cultura Náhuat en la Universidad Nacional Autónoma de México.